A mi juicio, el Plan Auge es la iniciativa que refleja más fielmente a
este Gobierno: no queda mal con nadie. No aborda el problema de fondo de
la salud en Chile, que es el hecho que el sistema privilegia el
financiamiento de la salud privada y no de la pública, por lo cual tiene
la bendición de la derecha económica. En la práctica representa una
opción de mejoría en la atención de la mayoría, por lo que las
personas razonables no pueden descalificarlo, como no se descalifica a un
hijo cuando llega con un magro cuatro.
No hay que ser crítico del Gobierno para constatar que la Salud ha
llegado a un punto crítico. Se deben esperar meses para obtener consultas
de especialidad o una operación. Los hospitales carecen de remedios e
insumos. Las enfermedades catastróficas quedan sujetas a la mendicidad
pública.
Es por eso que a veces suena abiertamente soberbio cuando las
autoridades acusan de "pesimistas" a aquellos chilenos que se
ven abrumados por la desesperanza y que no quieren aplaudir el tremendo
logro de contar con "nuevos socios europeos" o IPCs que están
abiertamente en desacuerdo con las alzas reales que constatamos en nuestra
restringida canasta familiar. Esa sensación de desaliento está presente
en el pueblo que acude a los hospitales pero no puede ser comprendida por
las autoridades, que se atienden en clínicas.
ANTECEDENTES
Chile históricamente fue un país solidario. El Gobierno Militar
modificó esa característica nacional al imponernos el sistema
neoliberal. Antes no existían los operadores particulares ni en
previsión ni en Salud. El 82 se inició esta trasculturización
económica con el nacimiento de las AFP, a las cuales luego se sumaron las
Isapres.
En el caso de la salud, antes los fondos de todos los chilenos se iban
a un pozo común. Eso nos permitía tener un sistema de salud bastante
decente. En los hospitales no se cobraba, los remedios los regalaban y no
había colas. Las clínicas existían para grupos restringidos y las
usaban quienes tenían el dinero suficiente.
Con la puesta en marcha de las Isapres se le retiró a la salud estatal
más de la mitad del financiamiento. Existe una media que refleja
certeramente lo que sucedió. En el sistema antiguo el 20 por ciento de
los imponentes colocaba el 80 por ciento del dinero. El sistema neoliberal
nos sacó a los mejores cotizantes, las clínicas privadas se
enriquecieron, los médicos se convirtieron en dioses y la salud pública
se fue a la quiebra. Total, con el 80 por ciento de los fondos, los
privados comenzaron a atender al 20 por ciento de la población mientras
que el Estado -con el 20 por ciento de los recursos- debe atender al 80
por ciento de la gente. No se debe olvidar que nuestros connancionales que
constituyen el 20 por ciento con mayores ingresos tienen una mejor calidad
de vida, por lo que gozan de mejor salud. Además el mismo sistema
estableció una serie de previsiones para garantizar que las personas con
alguna enfermedad -a pesar de estar en condiciones de pagar- no fuesen
admitidas en las Isapres, para no generar gastos a los comerciantes de la
salud. Los enfermos caros -aunque fueran adinerados- debían ser atendidos
por el Estado.
¿Qué esperaban aquellas personas que primero se manifestaron y luego
votaron en contra del Régimen Militar? Un sistema más justo, más digno
y menos monetarizado. Es decir, alguien que le dijera no al
neoliberalismo. No que se rindiese incondicionalmente, como terminó por
suceder. En otras palabras, nosotros no queríamos Auge. Queríamos que
dejasen de existir las Isapres y volver a un fondo común, para poder
resucitar así la Salud en Chile.
Bien. Pero en este país la consecuencia es escasa y entre los
políticos, nula. En lugar de un cambio real, tenemos un maquillaje. Un
parche. Y una campaña comunicacional. Todo se resuelve con el mismo
procedimiento. Así que partamos de la base que el sistema de salud no se
va a cambiar, sino sencillamente se quiere hacer un poquito más humano.
SOLUCIONES
Asumiendo que el Auge representa la opción más seria de mejorar la
Salud, la meta es lograr refinanciarlo sin seguir estrujando a los más
pobres, como sucedería si deciden subir el IVA.
El planteamiento que me parece más saludable es que se corte el amarre
legislativo que impide que los chilenos coticen únicamente su 7 por
ciento de Salud, obligándole a cancelar casi un 20 por ciento, donde la
mayor parte se va a las AFPs.
En otras palabras, el Estado chileno le dice a sus ciudadanos "si
no le pagan su 10 por ciento a las AFP yo no les recibo su 7 por ciento de
salud". Más claro, "si no le dan su plata a las AFP, el
Gobierno no les ofrece salud". No estoy seguro si es
anticonstitucional, pero de ético no tiene nada.
Una considerable proporción de la masa laboral chilena no tiene
contrato laboral indefinido. La mayor parte ni siquiera tiene contrato.
Pero también es cierto que existe una alta proporción que a pesar de no
tener contrato tiene un ingreso regular ...que no es tan bajo. Como
ejemplo se pueden citar los liebreros (microbuseros), los taxistas, los
dueños de negocios, en general, los Pymes, aquellos que son sus propios
jefes y no se han hecho contratos. También se cuentan profesionales y
personas que prestan servicios mediante boleta de honorarios.
La gran mayoría de esas personas ganan el doble del ingreso mínimo y
verían como un avance la posibilidad de acudir a Fonasa y cancelar su 7
por ciento. Eso les daría la posibilidad de comprar sus bonos y acceder a
la salud a un precio razonable y no hacerlo como particular -o indigente-
que es lo que sucede en la actualidad.
Con esta medida probablemente el Gobierno lograría recolectar mayores
recursos para la Salud que el aumento en una fracción de punto del IVA
...pero los políticos no lo hacen. ¿Cuál es la causa? No creo que no se
les ocurra, sino que sencillamente quedarían mal con las AFP y ante eso
...es preferible quedar mal con los pobres.
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