Diario Electrónico de Mejillones Fundado el 2 de noviembre del 2001 |
Sábado 16 de marzo de 2013 | Cultura |
Estos montículos ubicado en el sector de La Caleta (Mejillones)
son vestigios centenarios de la catástrofe.
Hasta allí llegó el mar, dejando como límite una línea de destrucción.
Terremoto del 9 de mayo de 1877
El día que Mejillones fue tragado por el mar
Wilfredo Santoro Cerda
(Revista "Induport" Nº 10)Fue un 9 de mayo... por allá por 1877. Mejillones había sido cedido por Chile a Bolivia merced el Tratado de 1866. Era un pujante pueblo situado en el sector que hoy se conoce como La Caleta. Contaba con un gran edificio de aduanas (el actual Museo Regional ubicado en Antofagasta), un templo, escuela para niños, un juzgado y una población que superaba las mil personas, bajo la dirección de un alcalde parroquial Su actividad económica giraba en torno a la explotación del guano, aunque también se trabajaban vetas de cobre en el cerro. Se construía el Ferrocarril Mejillones Caracoles, cuya línea se internaba más allá del Cerro Gordo y lo de siempre... el comercio.
La empresa que movía ese Mejillones era precisamente la Sociedad de Guanos, que tenía capitales franceses. Su inversionista más importante era el galo Luciano Arman, representado en terreno por el capitán de Ejército Henri Arnous Riviere, quien se hacía tratar como Barón de la Riviere. El barón bautizó el poblado como San Luciano en honor a su jefe, pero lo cierto es que desde hacía siglos que el lugar era conocido como Mejillones, nombre que naturalmente se impuso. Con su aristocrático estilo, Riviere construyó una casa cuyo balcón daba al mar, al más puro estilo de la costa francesa. Era lejos la residencia más hermosa de Mejillones.
Fue en ese contexto que a las 21.16 (hay autores que lo sitúan hasta las 21.30) comenzó el movimiento más fuerte que se ha registrado en este puerto. De acuerdo al registro histórico del Servicio Sismológico de la Universidad de Chile, el movimiento alcanzó los 8.5 grados en la escala Richter, que produjo un tsunami de grandes proporciones.
Si bien el acontecimiento sísmico está caratulado como “terremoto de Iquique” está plenamente establecido que las olas alcanzaron su mayor nivel en la bahía de Mejillones, donde llegaron a los ¡23 metros! Tamaña altura les permitió superar los acantilados característicos de La Caleta, destruir el pueblo y llegar hasta las proximidades de los derruidos edificios que la Armada mantiene en ese lugar (ex Escuela 26).
El terremoto repercutió a nivel global. Su epicentro fue ubicado a la altura de Pisagua. El capitán del vapor "Eten" manifestó haber detectado irregularidades frente a Pisagua mientras navegaba por el lugar justo al momento del sismo. También existen testimonios asombrosos. Días después del hecho se consigna el desprendimiento de “una gruesa columna de humo, redondeada en su parte superior”, justo en el lugar que indicó previamente el capitán.
Hay otros datos francamente increíbles en este espantoso sismo. En “El Deber” de Valparaíso se consigna que vecinos de Tocopilla encontraron en la playa el asta de la Capitanía de Mejillones, junto a otros objetos provenientes del mismo lugar. De allí que –sin mayor fundamento científico- se manejó la hipótesis de la erupción de un volcán submarino a la altura de Pisagua, una corriente costera que “rebota” en la Península de Mejillones y devuelve la masa de agua al norte. De allí que fue en este puerto que se advirtieron los efectos más espectaculares... sino los más trágicos... de este cataclismo. De haber estado más poblado Mejillones, sin duda habría sido una hecatombre.
VIDAL GORMAZ
Uno de los autores que registro ese acontecimiento fue el oficial de la Armada chilena, Francisco Vidal Gormaz, quien describe “El terremoto por si solo causó muy pocos estragos, botando las mercaderías, etc, de los armarios y las lámparas de parafinas colgadas o de sobremesas, fueron al suelo, ocasionando inmediatamente un voraz incendio.
“El mar se desbordó media hora después del terremoto sin hacerse sentir. Solo el ruido de las primeras casas que rompía su invasión y que arrastraba suspendidas, respondió el grito general de alarma: ¡el mar! ¡el mar! Algunas personas en un número mayor de 8 fueron envueltas por las olas y sucumbieron.
“En la primera salida del mar, la altura vertical alcanzada por la ola sería más o menos de 7 metros, arrasando a muchas casas. En seguida se retiró descarnando la playa como 250 metros, haciendo su segunda invasión 15 minutos después, alcanzando una altura vertical de 11,5 metros sobre su nivel ordinario, yendo a chocar contra las casas de la población con una velocidad vertiginosa, arrasando malecones, muelles, escala de piedras, etc y las dos primeras hileras de manzanas de la población que daban frente al mar formando de todo un montón informe. Como 45 minutos después tuvo lugar la tercera salida del mar”.
Otro antecedente lo brinda Jorge Hicks, gerente de la Empresa de Salitres de Antofagasta, quien le informa al presidente de su Directorio “...la casa del barón de La Riviere y casi todas las demás han sido barridas. La estación, las máquinas condensadoras de agua, todo... muchas vidas perdidas. Hay unas 1.000 personas sin techo, agua ni víveres. Por suerte el “Blanco Encalada” estaba aquí (Antofagasta). Si hubiera estado en Mejillones habría naufragado. Ha partido esta mañana para ayudar”.
OTRAS NARRACIONES
Es imposible abordar historia de la Región sin acudir a Isaac Arce. Con respecto al terremoto señala “pero a eso de las diez de la mañana del día siguiente, llegó un “propio” de Mejillones, don José Antonio Tirapegui, y comunicó la noticia que ese pueblo casi había desaparecido; que había muchas víctimas y que todos los habitantes carecían de agua, de alimentos y abrigo, habiéndose destruido hasta las máquinas condensadoras de agua”
Jorge Cruz Larenas, en su libro “Fundación de Antofagasta” nos entrega la visión más completa. Explica que el terremoto “causó grandes estragos, pero no tanto por la fuerza del temblor, pues las casas eran de madera, sino por las tres salidas de mar. La segunda salida de mar ocurrió como 15 minutos después de la primera y su ola se calculó en unos 22 metros de altura. Arrasó con malecones, muelles, escalas de piedra y las dos primeras manzanas de la población frente a la playa. Los perjuicios más graves fueron causados en la estación que desapareció con casa, habitantes, locomotoras y maestranza”.
Explica que “También fueron destruidas las máquinas destiladoras de agua de Neves y Cía. y Juan Sáez y los negocios de D. José Manuel Andrade, Solar y Cía., Luis Luzardo, casa de la Intervención chilena, edificios del barón Arnoux de la Rivière y Subprefectura. En el establecimiento de Arman se produjeron perjuicios en máquinas y bodegas y se hundió un buque cargado con guano. Los trabajadores de las guaneras, que alcanzaban a unos 800 hombres, produjeron algunos desórdenes. Hubo numerosas víctimas, atrapadas por el mar, cuyos cadáveres arrojó después a la playa; entre éstas se dio por desaparecido al ingeniero británico Mr. Ashten.”
El terremoto de 1877 dejó huella en Mejillones. Tanto físicas como sicológicas. Dentro de lo material se puede establecer que aún quedan vestigios de los escombros que arrastró el mar. Estos se hallan en las faldas del desnivel que lleva a la ex Escuela 26, en La Caleta.
Con respecto a lo sicológico, durante el siglo pasado aún se podía advertir el miedo a “la salida de mar” que quedó como sello impreso en el imaginario colectivo. También durante la década del 70 pude oír historias que en ese entonces no entendí. Relatos de cómo en el muelle aparecían atrapados cuerpos sin vida tras el terremoto. Relatos de personas adultas que revivían lo que le contaron abuelos que siendo niños estuvieron allí.
En estas condiciones quedó Cobija, ciudad
primigenia de la costa del desierto de Atacama.
El terremoto del 77 le puso la lápida.