Diario Electrónico de Mejillones Fundado el 2 de noviembre del 2001 |
Miércoles 9 de julio de 2013 | Cultura |
El documento mediante el cual el Congreso boliviano autoriza
a De Achá a declarar la guerra a Chile por Mejillones
Congreso boliviano autorizó la acción bélica
A 150 años de una cuasi guerra por Mejillones
Wilfredo Santoro Cerda (Extractado de Revista "Induport" Nº 12)
El 5 de mayo se conmemoraron 150 años desde que el Congreso boliviano, reunido extraordinariamente en Oruro, autorizó al Presidente De Achá para declarar la guerra a Chile. El motivo: recuperar Mejillones. La urgencia: los cuantiosos yacimientos de guano descubiertos por Juan López
La actual grandeza de Chile reside innegablemente en la riqueza que entregó –y sigue entregando- el Desierto de Atacama. No podemos concebir el Chile moderno sin el Desierto de Atacama. La explotación de salitre y cobre ha dado forma a este país. Bueno. Sin embargo nuestro Chile no ha reconocido en su real dimensión ese aporte fundacional. Más aún, hay tres protagonistas de esa conquista que rara vez son mencionados en la historia nacional. Ellos son: el guano, Mejillones y Juan López.
Hasta la década del 30 en el siglo XIX el desierto de Atacama era “tierra de nadie”. Ni Perú ni Chile habían posado sus ojos en estos desolados parajes. Solamente Bolivia –a instancia de Simón Bolívar- había fundado Cobija en 1825, pero la naciente localidad se llenó de extranjeros (la mayoría chilenos), por el poco interés de los mismos bolivianos por bajar a su litoral.
A fines de los años 30 Domingo Latrille descubre y comienza a explotar guano blanco en Mejillones. Esto le otorga valor al desierto, por lo que el Gobierno chileno dicta una ley en 1842, que indirectamente fija como límite norte de Chile el paralelo 23. Hasta ese momento Chile llegaba administrativamente hasta Paposo, aunque su Constitución establecía que su límite norte era “el despoblado de Atacama”.
Bolivia, que a su vez reclamaba soberanía hasta Coquimbo (aunque no tenía gente ni para poblar Cobija) consideró una verdadera agresión tal medida chilena, iniciándose una serie de incidentes. Entre ellos la construcción de un fortín chileno en Punta Angamos y la captura por parte de nuestro país del mercante norteamericano “Sportman”, por cargar guano sin permiso chileno.
GUANO ROJO, GUANO BLANCO
Aquí es necesario hacer algunas consideraciones respecto al producto que estamos tratando. La importancia actual del guano es ínfima. Incluso parece ridículo un conflicto por tal motivo. Durante el siglo XIX no era así. El guano era un producto muy cotizado en Europa, debido al emprobrecimiento del suelo agrícola e incluso hambrunas. Se decía que después del oro y la plata venía el guano. Tanto así que Perú se mantenía por sus exportaciones de guano. El guano fue el salitre del siglo XIX. La importancia industrial de este último apareció sólo en la década del 70, siglo XIX.
Habían dos tipos de guano: el blanco y el rojo. El blanco era el excremento de las aves marinas mientras que el rojo era esto mismo más los cuerpos de las aves, pero fosilizados. El guano blanco era de mayor calidad, pero se terminaba rápido, ya que se trataba de verdaderas alfombras que eran limpiadas a pala. El guano rojo –en cambio- era de menor calidad, pero cuantioso y se hallaba bajo tierra, como los minerales.
El año 1856 el guano blanco se acabó en Mejillones (por lo tanto en Chile) y esta zona volvió a quedar deshabitada. Tuvo que transcurrir hasta el año 1862 para que se reiniciara la actividad.
Quien remeció toda esta zona –con repercusiones internaciones- fue nada menos que Juan López, quien descubre un cuantioso yacimiento de guano rojo en el Morro de Mejillones.
López tiene una sociedad con el empresario chileno Matías Torres, a la que posteriormente ingresa el francés Juan Garday. A pesar de haber descubierto riqueza en un polvorín internacional, no se hacen problemas. Ellos mismos señalan que “Los descubridores, en vez de explotar por el mayor tiempo posible como boliviano el guano de Mejillones, cual lo aconsejaba tentadoramente un mezquino interés individual, pensaron y sintieron mas alto; quisieron explotarlo como cosa de Chile y en su calidad de chilenos.”
No le va bien a la Sociedad López-Torres-Garday. El Gobierno chileno le caduca sus permisos el 17 de febrero de 1863, mandándolos a la ruina. No obstante Chile mantuvo su soberanía hasta el paralelo 23, por lo tanto la posibilidad de licitar las guaneras.
PERMISO PARA DECLARAR LA GUERRA
Todo esto colma la paciencia de Bolivia. Su Congreso se reúne en forma extraordinaria en Oruro el 5 de mayo de 1863 y autoriza al presidente José María de Achá para declarar la guerra a Chile. Señala textualmente el documento: “habríamos seguido esta misma senda de templanza y moderación si el Gobierno de Chile no hubiese llegado al colmo de la injusticia apropiándose, como lo ha hecho, de la bahía de Mejillones, sita en el grado 23 latitud meridional, y los ingentes y valiosísimos depósitos de guano que en ella se han descubierto recientemente”.
Afortunadamente la guerra no se desató. Vino la amenaza de la flota española que unió a cuatro países: Chile, Bolivia, Perú y Ecuador. Luego un sentimiento americanista que se plasmó en tratados mediante los cuales Chile retrocedió del paralelo 23 al 24, entregando Mejillones y Antofagasta a Bolivia. Y 16 años después... sí vino la guerra.
Por último, también ahora se están cumpliendo 150 años de la aparición de “Las huaneras de Mejillones”, primer libro de la zona que aparece bajo la firma de la Sociedad López-Torres-Garday y que narra la epopeya del descubrimiento del guano rojo por parte de López. Este libro es pieza fundamental en la historia de la región y del país.
Estos parajes que hoy parecen idílicos hace 150 años estuvieron a punto
de desatar una guerra. El foco precisamente fue “La Caleta” y las causantes involuntarias...
las inofensivas aves marinas, que por millones de años produjeron guano.
Intervención amenaza el cementerio de Grau
Wilfredo Santoro Cerda
Durante una de mis últimas visitas al sector La Caleta, en Mejillones, me topé con una sorpresa que a mí, como escritor, me dejó helado: la intervención en una zona que se halla a pocos metros de donde fueron sepultados los restos de Grau y su tripulación tras el Combate Naval de Angamos.
Por primera vez se traspuso la carretera que va en dirección a La Rinconada y una empresa está realizando importantes movimientos de tierra en el lugar.
Bien, Grau y otros 31 integrantes de la tripulación del Huáscar fallecidos en el combate fueron sepultados en ese cementerio. El almirante peruano recibió el 9 de octubre de 1879 unas exequias propias de su rango. Se hicieron presentes y le rindieron homenaje el ministro de Guerra chileno Rafael Sotomayor; el jefe del Ejército, Erasmo Escala y el jefe naval, comodoro Galvarino Riveros. Es decir, la plana mayor de las Fuerzas Armadas Chilenas.
Los restos de Grau permanecieron poco allí. Sólo unos días y fueron llevado a Valparaíso. Los otros 31 cuerpos fueron repatriados en 1890. Sólo quedó el camposanto, como un testimonio de cuán importante ha sido Mejillones en la historia nacional.
HAY MAS
Pero no sólo ese tesoro alberga La Caleta. Justo entre el límite de lo que fue Fertilizantes y el actual campamento “coreano” se hallaba el galpón de la sociedad del Barón de la Riviere con José Díaz Gana. Desde allí salió el “Cangalla” los primeros días de marzo de 1870 –con su expedición- a descubrir Caracoles, la mítica mina de plata que pobló de chilenos el Desierto de Atacama.
Sobre ese mismo lugar se hallaban las tres hectáreas que el 24 de diciembre de 1862 el gobierno chileno traspasó a la sociedad guanífera de Juan López, Matías Torres y Juan Garday. Esta concesión dio lugar al nacimiento de Mejillones. Un Mejillones completamente chileno.
Por último, también en ese sector se irguió orgulloso el primer edificio público del norte chileno: fue aduana interventora y consulado chileno, en un tiempo en que hubo representantes consulares en este puerto. Tal edificio aún existe. Fue trasladado a Antofagasta en 1888 y ahora es el Museo Regional, en calle Balmaceda.
La Caleta es el casco urbano original de la ciudad de Mejillones. Y de un Mejillones inmensamente trascendente en la historia nacional. Para muestra los botones que hemos mencionado: El “Chango” López descubrió abundantes vetas de guano, lo que reavivó el conflicto con Bolivia; desde allí salió la caravana que descubrió Caracoles y en su cementerio fue sepultado el almirante Grau.
Tal paraíso histórico se mantuvo increíblemente intocado por un hecho completamente accidental: quedó en manos de la Armada. Y esta institución lo destinó como base naval. Por eso tal terreno fue resguardado hasta la década del 80 por la Infantería de Marina.
Junto a Florentino Novoa Saavedra detectamos esta feliz circunstancia y pensamos que se podía realizar una acción futurista. Preservar ese lugar como Zona Patrimonial y destinarlo vía Plano Regulador para una futura universidad.
Realizamos tal solicitud al Concejo Municipal como Escuela Literaria “Azotacalles” y lo defendimos ante los honorables en sesión del 4 de agosto del 2011, lo que quedó en la respectiva acta. Tanto Florentino como yo dejamos de pertenecer a “Azotacalles” y nunca recibimos respuesta. Es por eso que ahora lo solicito formalmente, con la convicción que Florentino me apoya en su silencio literario.
LO QUE DEJAMOS IR
Los mejilloninos hemos perdido tanto. Esa indolencia tan grande que hemos tenido en todos los tiempos. Nos quedamos sin el “Chata Liffey”, sin el andarivel de Fertilizantes, sin el Teatro “Alianza”, sin el “Ferroviario” y nadie nunca defendió esos ni otros patrimonios.
Yo siento que mi generación –que es la misma de nuestras autoridades- tiene una tremenda deuda con Mejillones. Nosotros recibimos un paraíso. Un mar lleno de recursos, un ambiente sin contaminación y una sociedad sana y solidaria. ¿Cómo estamos entregando ese Mejillones? con sus recursos depredados por la pesca industrial, con su aire y mar contaminado y con una sociedad consumida por el individualismo y las drogas.
El dinero y la necesidad de cargos no lo es todo en la vida. Es importante tener una trayectoria donde se identifique haber sustendado algo noble: haber preservado el ambiente, haber defendido el patrimonio histórico. Que los nietos nos recuerden como hombres que contribuyeron a un mundo mejor y no sólo a defender el interés de los poderosos.
Es por eso que solicito formalmente al Concejo Municipal –donde tengo claro que no me quieren- que vean la posibilidad de preservar esa inmensa acumulación de historia que guarda La Caleta. Que analicen con el corazón si es posible convertirla en una zona patrimonial y lograr que los jóvenes del futuro reciban algo –muy mínimo- de lo que recibimos nosotros.
Porque no es posible que el casco urbano original de Mejillones siga convertido en un lugar destinado al movimiento de tierra. Por alguna vez defendamos nuestro patrimonio.
En este lugar fue sepultado el almirante Grau y su tripulación tras el combate naval de Angamos.