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CÍCERO: SUS 3 MIL KILÓMETROS DE HONOR
Wilfredo Santoro Cerda
Llegó inconsciente a la posta de Mejillones. La auxiliar médica que lo recibió: María Manterola, recordaría para siempre sus pies, descalzos y completamente llagados. Lo encontraron desmayado a un costado de la carretera, cerca de Michilla. De piel oscura, más que indigente parecía un nativo. Machete al cinto incluido.
Fue por los años 70. Probablemente 1977. Ya recuperado personal médico intentó establecer contacto, pero el paciente hablaba muy poco y lo hacía en otro idioma. Luego se pudo determinar que tal lengua era portugués. Ante la falta de protocolos para un caso así, se decidió derivarlo a Antofagasta.
En el Hospital Regional comprobaron la ficha confeccionada en Mejillones. No presentaba lesiones ni enfermedad de consideración y su grado de comunicación era prácticamente nulo. Ante tal cuadro fue derivado a la Unidad de Siquiatría.
NATURAL DE MATO GROSSO
Allí fue atendido por otro auxiliar: Mario Pérez Daza. Nos cuenta que finalmente pudieron determinar que su nombre era Cícero Alves y que venía de Concisao. Esta última información coincidía con las palabras que había dicho en Mejillones: “Mato Grosso”. Si bien todo eso no tuvo mucho sentido en ese tiempo, ahora con Google Maps se puede inferir que en la zona selvática llamada Mato Grosso existe un municipio denominado “Chapada dos Guimaraes” que tiene un lugar llamado “Concisao”.
Es decir, al momento de caer rendido Cícero en las proximidades de Mejillones… había recorrido 3 mil kilómetros a pie.
Según nos narra Mario, cuando fue encontrado Cícero le hallaron dinero boliviano y paraguayo. Países ubicados precisamente entre Mejillones y Mato Grosso, Brasil.
Existen dos versiones para explicar la tremenda hazaña del nativo brasileño. Una la entrega Mario, quien señala que en una ocasión explicó en portugués que su pueblo fue atacado por otra tribu y frente a él mataron a su familia. Por eso huyó de allí y juró no regresar jamás.
EL EMBAJADOR
Pero existe otra. Terriblemente poética. Esta señala que en una ocasión el embajador brasileño realizó una visita oficial a Antofagasta y solicitó autorización al Intendente para concurrir al Hospital Regional. Estando allí le pidió al Director que lo contactara con su coterráneo. El médico le advirtió que no era muy comunicativo, poniendo énfasis en las características del lugar en que se hallaba. El diplomático señaló que no le importaban, que él quería hablar con la persona.
Cuando se produjo el encuentro, imprevistamente el embajador habló otro idioma. No era español ni portugués. Era un lenguaje casi musical. Entonces Cícero respondió. Se inició un diálogo. De pronto el diplomático tomó su maletín, extrajo un documento y se lo mostró. Cícero lo miró con su impertérrita frialdad y allí termino la entrevista.
Posteriormente el embajador habría explicado que Cícero originalmente estaba siendo buscado por Interpol acusado de homicidio. El nativo pertenecía a la familia mandante de su tribu y se enamoró de una joven que era casada. Finalmente terminó enfrentado con el marido al cual en una reyerta le provocó la muerte. Tras la huida de Cícero un tribunal especial para causas tribales habría determinado que se trató de un duelo de honor y que no existía delito.
LA IMPORTANCIA DE SER RAÍZ
También el diplomático habría agregado que en su país existe un profundo respeto por las razas originarias que aún pueblan el Amazonas. Que para ellos Cícero era mucho más que un nativo alejado para siempre de su tierra. Cícero formaba parte de la raíz de una nación que se hizo poderosa y respetada. Que era un acto de justicia histórica buscarlo, ubicarlo y decirle: “Tú eres un príncipe entre los tuyos. No tienes problemas legales en tu país. ¡Vuelve a tu comunidad… que cada vez es más pequeña!“
Cícero no volvió a Brasil. Alegó que respetaba la justicia de su tribu. No la de Brasil. Y que su condena había sido la expulsión. Murió en el siquiátrico poco antes que terminara el siglo XX.
María Manterola (QEPD) -integrante de Cruz Roja- fue quien recibió a Cícero en Mejillones. Fotografía de la época. Ella aparece en el frontis de la posta local.