Diario Electrónico de Mejillones

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Cultura

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Hasta la Ley de Pesca influyó negativamente

Contrato indefinido: un bien cada vez más escaso

Wilfredo Santoro Cerda

La característica laboral más dramática de Mejillones está dada por la carencia de empleos dignos. Es decir, contratos laborales indefinidos con sueldo base sobre los 200 mil pesos. Además, a pesar de ser mostrado como un foco de actividad laboral, no tiene asignada presencia permanente de la Inspección del Trabajo. En esta comuna, los contratos indefinidos las empresas, todas contaminantes, se lo proporcionan a trabajadores de Antofagasta, a los cuales trasladan en buses.

Mejillones tenía una cierta tradición de trabajos dignos. Tal vez no generaban sueldos millonarios, pero servían para vivir. Tal era el caso del FCAB y Fertilizantes, donde no se conocía el concepto de contratistas. Incluso cuando se instaló la primera pesquera; la Guanaye, el grueso de su gente estaba vinculada con contrato indefinido.

LOS PORTUARIOS, UN CASO ESPECIAL

Hubo un solo sector que siempre se caracterizó por tener personal intermitente. Se trata del área portuaria, donde históricamente la gente ha sido contratada de acuerdo a la necesidad. Total, el trabajo se concentra cuando hay barcos. Esa modalidad es característica e histórica en los puertos y en el pasado incluso se prestó para abuso de los mismos estibadores, que negociaban su permiso para trabajar en los puertos. Pasaban su pase portuario y cobraban derechos a otros más necesitados, quienes hacían la totalidad del trabajo y percibían la mitad del turno. Esto fue conocido como “medio pollo” e incluso se llegó al “cuarto pollo”.

Los cambios más violentos se produjeron en los 80. Durante la década anterior el gobierno militar ya había abolido los derechos laborales y descabezado los sindicatos. En 1978 decretó el Plan Laboral, en 1980 impuso una nueva Constitución y en 1987, sistematizó el marco laboral mediante el Código del Trabajo.

LOS TEMPOREROS DEL MAR

Uno de los sectores laboralmente más afectado en Mejillones fue la pesca industrial. Aquí el sector más vital de la economía mejillonina, los tripulantes de naves especiales o goleteros, se transformaron de trabajadores contratados en “temporeros del mar”

Aquí su ruina no sólo se debió a la Ley Laboral, sino tuvo un actor impensado: la Ley de Pesca, que aprobó el mismo Gobierno de Lagos. Este cuerpo legal, que se conoce también como “Ley corta de Pesca” estableció que los productos del mar dejaban de tener dueños y pasaban a manos de los grandes empresarios del rubro. El gran beneficiado fue el empresario Anacleto Angelini y también los Zaldívar, uno de los cuales defendió encendidamente su derecho de votar en el parlamento, a pesar que eventualmente, mediante esa ley se autorizaba que un bien de todos los chilenos (los peces) pasaran directamente a su bolsillo sin pagar un peso.

Un triste papel le correspondió en Mejillones al dirigente Armando Aillapán, uno de los que aprobó la Ley de Pesca corta. El rol del mejillonino fue fundamental, ya que integraba el exclusivo Consejo Nacional de Pesca. Era uno de los 4 representantes de los trabajadores. El Consejo era completado por otros 4 representantes del Gobierno, nombrados por el Presidente Lagos y que naturalmente, propiciaban la entreguista ley.

FALTA DE POSTURA

En aquella ocasión, incluso yo mismo intercedí ante Aillapán, a objeto de conseguir una postura clara en contra de la Ley. Recuerdo perfectamente que él se disponía a viajar a Valparaíso y me dijo algo así como “Compañero, usted debe informarse primero acerca de la nueva ley antes de oponerse”.

Bueno, cuando los empresarios quedaron como dueños absolutos de sus cuotas de pesca, allí determinaron que todo les convenía. Podían despedir a los tripulantes, contratarlos cuando los necesitaran y trabajar sin la más mínima presión.

El poderoso gremio de los goleteros que recibió Aillapán, gracias a su propia política entreguista a los empresarios prácticamente desapareció. Angelini y los restantes empresarios pesqueros prácticamente exterminaron la anchoveta y el jurel. La única relevancia que tiene ahora Aillapán es que cada cierto tiempo promueve movilizaciones ante la intendencia, a fin que el Gobierno le aumente la cuota de captura a Angelini y éste termine de depredar el mar mejillonino.

INSPECCION DEL TRABAJO

Otro elemento que parece digno de Ripley es que en Mejillones no exista Inspección del Trabajo. El celo de este servicio se reduce a una visita semanal a la comuna. Un funcionario de esa repartición atiende en el municipio, manifestando el desprecio de las autoridades hacia los trabajadores.

RESPETO A LOS MEJILLONINOS

La única forma que los mejilloninos vuelvan a acceder a contratos dignos es impedir el traslado de personal desde otra comuna. Esas empresas se encuentran en Mejillones, contaminan en Mejillones y sus consecuencias las sufrimos los mejilloninos. No es posible que Mejillones absorba la parte negativa y Antofagasta la positiva.

Pero para conseguir eso, se requiere que nuestras autoridades comunales se comprometan con los mejilloninos y no con las empresas contaminantes, como sucede hasta ahora. Y eso también es responsabilidad de los propios mejilloninos… hacer sentir que también existen y tienen necesidades.